Pampa Fueguina

Pampa Fueguina

Tierra del Fuego, parte II: Caminando en Karukinka

Fecha de publicación: 28-May-2024

Fecha del viaje: 07-Abr-2024

Región de Magallanes y la Antártica Chilena

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Habiendo recorrido la interminable pampa de Tierra del Fuego, llegamos a Karukinka para conocer los bosques de la parte sur de la isla. Y según nos recomendó la guardaparques, nada mejor que el sendero Laguna del Cura con sus 12 kilómetros de ida y vuelta para adentrarnos y disfrutar del bosque templado sub antártico.

¿Cómo llegar a Karukinka?

Desde Punta Arenas tomamos el cruce en transbordador de Punta Delgada, para recorrer la ruta 257, pasando por Cerro Sombrero, y bifurcando al sur en la ruta Y 895 para finalmente tomar la Y 85. Todo lo anterior en un plazo de 2 días tranquilos de viaje; cerca de 3 horas el primer día y casi 6 horas el segundo."

- Inicio del relato -

Este relato es la parte II de nuestro viaje a Tierra del Fuego, si no has leído la parte I: "De Punta Arenas a Karukinka", puedes leerla aquí.

La primera noche acampando en Karukinka fue helada, muy helada, con nieve y una temperatura que bordeó los 3 grados bajo cero, lo que no nos permitió dormir tan cómodamente como hubiésemos querido. Aun así, se podría decir que este fue el costo a pagar a cambio de ver los bosques de lenga y ñirre en su clímax de color y con una suave y frágil capa de nieve recién caída.

Después de un desayuno abundante, bajo en salud y alto en grasas y azúcares, tal como una mañana fría demanda, nos abrigamos como corresponde y enfilamos hacia el sendero, con frío y también con sueño, pero con renovadas ganas y la moral alta. Viajamos 3000 kilómetros para estar acá y una mala noche no nos haría retroceder en lo más mínimo, menos si se trata de conocer Karukinka.

Inicio del sendero

Inicio del sendero

El sendero parte en plano, y poco a poco, al mismo tiempo que se adentra en la espesura del bosque, también se comienza a ganar altura. La pendiente no es pronunciada pero sí constante, y en la medida que avanzamos, también se va acumulando más nieve, producto de la mayor altura, sobre todo en las zonas que el sol aún no alcanza. Por lo general, después de una nevada, la nieve sobre los árboles solo dura algunas horas hasta que el sol y el viento hacen lo suyo.

Lengas son lo que más se ve en los primeros kilómetros. Algunas son renovales, otras, intuimos en base a su altura, parecieran ser árboles más añosos. Sea cual sea el caso, el bosque es de una belleza sobrecogedora, y como siempre, nos demoramos el doble de lo que dicen los folletos, porque cada 2 minutos paramos a tomar fotos, de los árboles, del camino y de las sorpresas fúngicas que el suelo tenía para mostrarnos en pleno otoño austral, época en la que es posible observar la estructura macroscópica del hongo (la “seta” u “hongo” visible). El miscelio está presente todo el año, pero se manifiesta a través de la estructura macroscópica en determinados meses.

Bosque de lengas

Bosque de lengas

Entre tanta e imponente belleza ante nuestros ojos, encontrarnos con castoreras en algunos tramos fue la única nota baja del día. El castor altera los cursos de agua y sumerge los bosques alrededor de sus represas, pudriendo troncos y luego el árbol entero, y si bien durante años fue un problema local de Tierra del Fuego, a día de hoy el cerco se ha ido corriendo mucho más al norte, amenazando cada vez más superficie y ecosistemas de la Patagonia que previamente eran absolutamente prístinos. Complejo es el debate en torno al castor, porque si bien es un argumento válido decir que el animal no tiene la culpa del daño provocado, lo cierto es que ese daño es real, es evidente y palpable y es una amenaza al equilibrio de los poco ecosistemas prístinos que van quedando en nuestro país, y es la autoridad la que debe hacerse cargo de un problema que es tanto de hoy, como del futuro.

Pasadas las castoreras, y en la medida que se se va ganando altura, nos fuimos acercando al límite superior de la vegetación alta, característicamente marcado en todos los cerros de la zona, y donde unos riscos al costado del camino nos permitieron encontrar parte de lo buscado: las vistas de la pampa interminable con sus ríos sinuosos al norte, y la imponente cordillera de Darwin al sur, todo cubierto del rojo del otoño y del blanco recién caído. Además, guanacos y baguales se paseaban libremente haciéndonos notar que estas tierras son y serán sus tierras.

Vista del mirador hacia el sur

Vista del mirador hacia el sur

Luego del desvío al mirador en la parte alta del trayecto, y desde donde también se ve la Laguna del Cura, el sendero baja y se interna nuevamente en el bosque, pero ahora por la ladera sur, mucho más húmeda y frondosa en su cubierta vegetal y también más rica en hongos. Y así fue que, entretenidos sacando fotos, la media hora que nos separaba de la laguna se nos pasó en un abrir y cerrar de ojos. Llegamos a la orilla y aunque el viento helado de la tarde no nos permitió disfrutarla durante mucho rato, pudimos sacar las fotos necesarias para luego continuar transitando el sendero, que ya comenzaba con su tramo de retorno.

Laguna del Cura

Laguna del Cura

Una de las particularidades de esta caminata es que la ida y el retorno desde la laguna son por trayectos distintos, haciendo de cada paso una oportunidad para encontrar algo nuevo y sorprendernos. Y así fue: mientras caminábamos, ya de regreso, en un claro que se nos abrió entre tanto Nothofagus, apareció por sobre nuestras cabezas un cóndor, majestuoso flotando en las corrientes del viento con sus alas abiertas de par en par. Fugaz momento que ni tiempo nos dio de sacar las cámaras, pero que atesoramos en nuestros recuerdos como una de las postales del viaje.

Claro donde vimos el cóndor

Claro donde vimos el cóndor

Y más abajo nos esperaba otra sorpresa, aunque algo menos glamorosa. Apareció nadando en su represa el primer castor que veríamos, y el que, luego de advertir nuestra presencia, pegó un coletazo y se sumergió raudo en sus aguas. A pesar de ser una especie introducida y que genera todos los daños que ya sabemos, no deja de ser un animal novedoso e interesante, y con un confuso parecido a nuestro coipo.

Ya con las últimas luces de la tarde anduvimos los kilómetros que nos faltaban para volver a la zona de camping, sin mayor novedad, salvo algo de frío (qué otra cosa esperábamos, si estamos en la Patagonia). El sendero completo nos tomó alrededor de 7 horas de inicio a fin, a un ritmo pausado, sacando todas las fotos que quisimos y sin apurarnos demasiado, y si bien el folleto del parque dice que son 12 kilómetros, estimo que sumando las idas y vuelta a miradores, probablemente se totalizan poco más de 13. Aunque es un sendero en desnivel, realmente la pendiente es muy leve y poco notoria, salvo en algunos tramos acotados más escarpados. Además, el suelo es blando en su mayoría, haciendo de la caminata un completo disfrute, a pesar de ser un trayecto no menor en distancia.

Bosques en el trayecto de regreso

Bosques en el trayecto de regreso

Vinimos a Karukinka por sus bosques y sus colores, y exactamente eso fue lo que encontramos. Habiendo leído mucha información, visto muchas fotos y videos, y sabiendo de antemano con qué cosa debíamos encontrarnos, igualmente todo fue una sorpresa de inicio a fin, principalmente porque es muy difícil que las fotos le hagan justicia al paisaje observado a través de los ojos. Lograr la intensidad de los colores del otoño o representar la profundidad de las pampas infinitas es un reto mayor, y por buena que sea la fotografía, el estar en el paisaje Fueguino mientras el frío pega en la cara es una experiencia sobrecogedora y reveladora que no se reproduce bien en ninguna pantalla o papel. A pesar de que lo que conocimos de Karukinka es una ínfima pincelada de un parque gigante (300.000 hectáreas aproximadamente), ya nos bastaba con esto para justificar los muchos kilómetros que tuvimos que viajar para conocerlo, y volveríamos una y otra vez si tuviésemos la oportunidad.

La pampa infinita de la Isla Grande

La pampa infinita de la Isla Grande

La segunda noche de camping que nos esperaba sería menos severa que la anterior, aún cuando el agua que quedaba en los faldones de la carpa ya se estaba congelando a eso de las 10 de la noche. Dormimos, cansados por la mala primera noche y por el desgaste de la caminata, y al día siguiente levantaríamos el campamento para seguir más al sur, hacia el objetivo primero y también último de nuestro viaje: el final del camino.

Continúa en parte III...

- Fin del relato -

Información útil

  • El sendero de la laguna del Cura es largo pero sencillo, sin casi complejidad técnica, y señalizado de excelente manera.
  • Existe presencia de baguales en la zona, tanto de caballos como de perros. Se recomienda tomar resguardos y avisar en portería en caso de encontrarse con perros salvajes, dado el riesgo de ataque que podrían presentar. Al menos nosotros no vimos ni oímos ninguno.
  • En otoño existe una infinidad de hongos presentes en el suelo y en los árboles de Karukinka, especial para quienes sean aficionados al mundo fungi.
  • Nosotros fuimos a Karukinka entre el 7 y el 9 de abril, y la fecha fue precisa por la intensidad de los colores. De todas formas esto varía año a año, puesto que la caída de las hojas de los árboles depende de muchos factores, algunos tan impredecibles como la lluvia o la temperatura.
  • En Karukinka no existe cobertura telefónica, salvo en las partes altas del sendero a la Laguna del Cura, donde alcanza a llegar algo de señal de las antenas de Pampa Guanaco.
  • El frío hace durar menos las baterías de aparatos electrónicos, considerar esto para programar su uso y recarga de baterías.
  • Los baños en Karukinka si bien son pequeños, son ordenados y limpios, y existe agua caliente, a pesar que en la fecha en la que fuimos reventó el calefont por el frío. Sin embargo los guardaparques nos permitieron utilizar su ducha con agua caliente.
  • En el camping andan zorros, por tanto se recomienda no dejar comida encima de las mesas y guardarla antes de dormir.

Cómo nos preparamos

  • Zapatos de trekking, primera capa, polar y cortaviento o parka, además de gorro y bandana.
  • Botellas con agua.
  • Snacks para comer durante el trayecto.
  • Bastones de trekking (uno por persona), aunque no son estrictamente necesarios.
  • Muda de ropa básica en la mochila. A pesar de que no la usamos, el clima de Magallanes es impredecible y siempre puede llover sin previo aviso.

Historias y relatos únicos en los que buscamos transmitir nuestras experiencias y vivencias para que quien lea estos articulos le sea de utilidad en sus futuros viajes

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