Cordón Montañoso
Tierra del Fuego, parte III: Yendegaia, el final del camino
Fecha de publicación: 29-Jun-2024
Fecha del viaje: 10-Abr-2024
Región de Magallanes y la Antártica Chilena
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Al cuarto día de nuestra aventura en Tierra del Fuego, habiendo cruzado el estrecho, atravesado la pampa interminable y caminado por los bosques de Karukinka, finalmente llegaría el turno de cumplir los deseos del viaje: El lago Fagnano y el final del camino, a la entrada del Parque Nacional Yendegaia.
¿Cómo llegar a Yendegaia?
Desde Punta Arenas tomamos el cruce en transbordador de Punta Delgada, para recorrer la ruta 257, pasando por Cerro Sombrero, y bifurcando al sur en la ruta Y 895 para terminar en la Y 85 (que en su tramo último es más conocida como la Senda de penetración Vicuña-Yendegaia) y pasar las dos cuestas que nos separan del final de uno de los últimos caminos del continente americano.
- Inicio del relato -
Este relato es la parte III de nuestro viaje a Tierra del Fuego, si no has leído la parte II: "Caminando en Karukinka", puedes leerla aquí.
El inicio del cuarto día de nuestra aventura fue helado, menos que la mañana anterior, pero helado al fin y al cabo. Aún así, el frío no tuvo chance de hacernos retroceder en lo más mínimo, porque ese día partiríamos desde Karukinka hacia el destino que tantas veces dibujé mentalmente en el transcurso de los años: El final del camino, en Yendegaia.
A las 11:30 de la mañana estábamos subiendo al auto las últimas cosas, sacándonos la foto grupal de rigor y despidiéndonos del personal de Karukinka, para seguir adelante por el camino que nos llevaría a la parte más austral de la porción chilena de la isla a la que se puede acceder vía terrestre. Primero, los retazos de pampa, que de a poco pierde presencia frente al bosque fueguino, luego el bello río Rasmussen dibujando formas suaves en territorios de poca pendiente, perdiéndose entre loma y loma, y después algo más de pampa. Pero a cada kilómetro desde Karukinka el paisaje se va transformando, lento pero a paso firme, y los restos de la estepa que aún permanece ya no terminan en la línea del horizonte, si no en las blancas e imponentes cordilleras nevadas del sur de la isla. Y así, de forma inevitable y casi sin darnos cuenta, comenzamos a subir la primera cuesta.
Río Rasmussen desde el aire
Debo admitir que al momento de comenzar a subir, algo de miedo alcancé a sentir. No por el camino, que hasta este punto había estado en óptimas condiciones, si no por la nieve que se veía acumulada en las partes altas, y que poco a poco comenzaba a acercarse, al recordar que el auto en el que andábamos no tenía ningún tipo de doble tracción, y sin la cual la conducción en nieve y hielo se vuelve un tanto más compleja. Pero qué podíamos hacer más que seguir, con mucho cuidado, pero seguir.
Y, efectivamente, a mitad de la cuesta la nieve ya se dejó ver en todo el camino, con hielo en las curvas sombrías, como un llamado de atención para tomar los resguardos pertinentes. Existe un mirador en la parte alta, que permite ver el valle completo del Lago Deseado, pero que por la nieve acumulada, decidimos que esa no sería la oportunidad para desviarnos.
Si bien la bajada de la cuesta fue lenta, tampoco tuvo mayores inconvenientes. Y entre el rojo de los árboles y el blanco de la nieve, se nos apareció, en primera instancia, el Lago Despreciado, con el centro de investigación de Karukinka en su orilla, y que no se ve mayormente desde el camino. Luego de otra curva más, entre tantas, entonces se descubrió ante nosotros el bello Lago Deseado, una de las joyas de la corona de la isla, y donde, según los entendidos (yo no soy uno de ellos), se puede practicar excelente pesca. Ganas no nos faltaron para bajarnos y caminar, pero en honor a la verdad, el apuro por llegar a nuestro destino, y el frío viento de la mañana que soplaba a lo largo del valle nos impidieron hacerlo. Un par de fotos sería todo el producto de nuestra breve incursión por el Deseado: ahora había que enfilar hacia la segunda cuesta, que atraviesa la Sierra de la Paciencia y que es algo más alta que la primera, empinándose por sobre los 670 metros de altura. Al mirar las cumbres de los cerros que debíamos atravesar el panorama no se veía tanto mejor producto de la nieve acumulada en la parte alta.
Lago Deseado y cumbres de la Sierra de la Paciencia
Y fue tal cual como lo sospechamos algunos minutos antes, pues, efectivamente, la segunda cuesta tenía más nieve que la primera y por cada curva que superamos apareció otra delante nuestro, más cubierta aún; y la sensación de miedo, inicialmente incipiente, se hizo un poco más latente. En la parte alta de la cuesta el camino estaba completamente tapado por la nieve, y fue por la precaución de no quedarnos pegados que no nos detuvimos mayormente a fotografiar el impresionante espectáculo que desde allí se veía, si no hasta algunas curvas más abajo, pasado el portezuelo, donde detenernos ya no significaría un riesgo.
Omitiendo el temor del cruce, el paso por la Sierra de la Paciencia es un espectáculo escénico con poca comparación, sobre todo si es en el otoño. La zona por donde se cruza la cordillera fue llamada Cañadón Germán Genskowski en honor al colono que habita en las orillas del lago Fagnano desde el año 85 y que tantas veces a caballo, solo y con animales, cruzó este mismo portezuelo, a base de valentía, paciencia y rigor, como costo a pagar para poder habitar la tierra amada. Además, desde la parte alta de la cuesta, se ve, encajonado entre los cerros y los paños de bosque, a lo lejos, una pequeña porción del Lago Fagnano.
Cañadón Germán Genskowski
La bajada desde la cuesta fue más tranquila de lo esperado, principalmente por la calidad del camino que se ha venido ejecutando durante los últimos 30 años (curvas amplias, pendientes razonables y seguras, buena visibilidad, etc), por lo que, luego de algunos minutos, la cuesta ya era cosa del pasado, mientras se nos abría frente a nuestros ojos la panorámica del Lago Fagnano; tranquilo en su parte chilena, pero tormentoso y severo en el horizonte, hacia su parte argentina. Y como en las cabañas donde alojariamos nos esperaban a las 15:00, y recién eran cerca de las 14:00, entonces continuamos más allá, para conocer, bordeando el lago.
La primera detención fue en la desembocadura del Fagnano, que desagua hacia el mar a través del bello río Azopardo, donde vimos un lobo de mar surcando las aguas a contracorriente en dirección al lago y más allá. No fue una detención aleatoria, porque, como una especie de trofeo de la aventura, es acá el primer punto de todo el trayecto donde se menciona Yendegaia como destino en la señalética de vialidad. Además, es punto de bifurcación para continuar hacia el final del camino, o desviarse en dirección a Caleta María, donde el Azopardo entrega sus aguas al mar en el Seno Almirantazgo.
Lago Fagnano
Caleta María sería para el día siguiente, así que continuamos hacia el fin del camino. Y aunque suene poco probable, de acá en adelante el paisaje solo mejora y se vuelve más bello. Luego de separarse el camino desde el Fagnano, se bordean ríos y turberas, y las montañas del Cordón Central, que se ven como una pared infranqueable delante nuestro, se comienzan a venir encima, imponentes e inclementes, con las primeras capas de nieve del año recién caída. Además, la vegetación cambia levemente sus características respecto a más al norte, pues, si bien la lenga sigue predominando, es el ñirre el que tiende a hacerse menos presente para dar paso al coigüe de Magallanes, también de la familia de los Nothofagus y especie siempre verde, de ramas en formas intrincadas y aleatorias.
Montañas del Cordón Central
Más allá del río y las turberas, la vista panorámica y las montañas se pierden un poco, para internarse en bosques de renovales de lenga de cálidas tonalidades, y donde, sin mucho aviso previo, después de una curva, nos encontramos de frente con el final del camino. No es glamorosa, mucho menos épica, la forma en la que está indicado, pues no pasa de ser un portón metálico con candado, y que advierte de no continuar más allá por el riesgo de las tronaduras a cargo del CMT que está construyendo el camino. Pero esto es solo un detalle, porque después de casi 500 kilómetros desde Punta Arenas, estábamos en el fin del camino, en el lugar que por años había imaginado, y el cierre de un objetivo personal, alojado en lo más profundo de la cabeza, pero sobre todo del corazón.
Fin del camino
Y el lugar era realmente de ensueño; los bosques de renovales de la orilla del camino son de una biodiversidad impresionante, que no recuerdo haber visto antes. Al adentrarse en ellos el suelo dejar de ser simplemente tierra, y se transforma en un colchón, una capa vegetal de varios centímetros de espesor, llena de musgos, líquenes, helechos, hongos, y desde donde emergen cientos o miles de ejemplares de pequeñas lengas, con la energía del árbol que se abre camino. Un lugar puro y prístino, prácticamente no intervenido por el hombre, que se nos reveló de forma gentil para quedarse por siempre con nosotros, por su primigenia belleza desbordante y su significado simbólico.
A pesar de que ningún cartel lo señalaba, mirando mapas, posterior al regreso, sospecho que estábamos ya dentro del parque nacional Yendegaia. Y si bien actualmente no está abierto al público, existe un acceso a una laguna glaciar que se encuentra algunos kilómetros más allá del campamento actual del CMT, que recibe los deshielos del monte Svea, en los límites de la cordillera de Darwin. En nuestro primer intento no pudimos llegar, simplemente porque no vimos absolutamente a nadie a quien pedirle permiso para poder pasar la barrera del fin del camino. Evidentemente lo volveríamos a intentar al día siguiente, pero ya era momento de volver, por el frío, el hambre, y porque nos esperaban en las cabañas.
Yendegaia
Al regresar al lugar de las cabañas (Estancia Lago Fagnano), nos internamos dentro del predio por un oscuro bosque de lengas, y a lo lejos, buscando a alguien a quien avisarle que habíamos llegado, divisamos a un caballero añoso, enérgico moviendo leña con su carretilla, y quien resultó ser, nada más y nada menos, que don Germán Genskowski.
Una de las tantas razones que para mi justificaba llegar a los confines del mundo, era poder conocer a Don Germán. Desde hace largos años que he visto una y otra vez muchos de los capítulos de Al Sur del Mundo (Serie documental chilena, de Canal 13), antes en la tv, ahora por youtube, y entre todos ellos, uno de mis capítulos favoritos siempre fue “Colono en Tierra del Fuego”, donde el equipo acompaña a Don Germán, en el año 94, al cruce de las dos cordilleras que actualmente atraviesan las dos cuestas, pero sin camino para ese entonces, con el objetivo de llevar sus animales hasta la Estancia Vicuña, donde serían entregados para la venta a un tercero. En el transcurso de esta travesía es que Don Germán se abre a los documentalistas respecto a sus motivaciones, alegrías y penas, su sacrificada relación familiar con esposa e hijas, y el amor a la tierra propia que lo llama cada vez que se aleja. Dicho esto, de alguna manera Don Germán se había ido transformando en una especie de héroe personal, a pesar de nunca haberlo pensado de tal manera hasta el momento en que llegamos a las cabañas.
Y bueno, volviendo al tiempo presente… ahí estaba Don Germán, preguntándonos qué buscábamos e intuyendo que tenía que ver con el alojamiento en las cabañas. Por lo que, con sus 78 exigidos años a cuestas, y a pesar de una parálisis parcial en un lado de su cuerpo, salió raudo en busca de su cuñado, para que él nos recibiera. Y aunque los años no pasan en vano, sigue siendo el mismo personaje recio, curtido en las inclemencias de la geografía y del clima, pero amable y gentil, tal como se mostrara en el ya lejano capítulo del año 94.
Sierra de la Paciencia desde la Estancia Lago Fagnano
La cabaña donde nos quedamos es la más pequeña de la estancia, para 4 personas, y es la primera que Don Germán construyó, hace ya largos años; y que guarda evidencia de un pasado exigente, pues, a falta de un aserradero, las vigas están talladas manualmente con hacha. Sin embargo la cabaña es cómoda, limpia y funcional, estaba temperada cuando llegamos, y se ubica, inmejorablemente, en el inicio de un pasadizo a través del oscuro bosque que lleva a la playa del lago.
Pasadizo en el bosque, al fondo la cabaña
Después de un día de emociones fuertes, finalmente estábamos en un paraíso; acomodados en una cabaña cálida y acogedora, y en uno de los rincones más bellos de Magallanes, a orillas del Fagnano. Un contrapunto casi irrisorio frente a la epopeya titánica de Don Germán y su familia de ser colonos en estas tierras, tan bellas como severas.
Continúa en parte IV...
- Fin del relato -
Información útil
- El camino entre Karukinka y el Lago Fagnano está en muy buenas condiciones. Solo se debe tener cuidado con la presencia de nieve y/o hielo en ambas cuestas.
- Para el cruce de ambas cuestas, en condiciones normales, no es necesario un auto con tracción a las cuatro ruedas. Cuando exista nieve tampoco es algo imprescindible, pero puede ser de ayuda.
- Existe la posibilidad de visitar la laguna glaciar del Monte Svea si uno logra el permiso del CMT para poder pasar cerca de la zona donde están trabajando.
- Las cabañas de la Estancia Lago Fagnano se reservan de forma previa vía Whatsapp. Los precios a Abril de 2024 eran de $120.000 CLP por noche para la cabaña de 4 personas, $180.000 para 6, y $240.000 para la de 8. Precios que consideramos absolutamente razonables para la comodidad, tranquilidad, emplazamiento, y la lejanía y complejidad de estar en estos lugares.
- Recomiendo encarecidamente ver el capítulo de Al Sur del Mundo: Colono en Tierra del Fuego antes de visitar a Don Germán y sus cabañas, para poner contexto y entender al tesoro humano vivo que es él y su familia.
- Desde Karukinka hasta el fin del camino no existe más cobertura de celular, sin embargo en las cabañas existe posibilidad de conexión a internet para quienes se alojen.
- Si bien existen basureros en las cabañas, se recomienda volver con la mayor cantidad de basura, considerando que no existe retiro de ella por la lejanía respecto al último asentamiento humano.
- Las cabañas tienen electricidad de baja potencia (no más de 200 watts) durante el día, y hasta las 11 de la noche.
- Y nada, solo disfrutar lugares como estos, bellos y exigentes a la vez, aún prístinos, que son cada vez menos.
Cómo nos preparamos
- Llevar comida desde Punta Arenas, la Estancia Lago Fagnano no ofrece alimentación.
- Llevar toallas, no están incluidas en las cabañas.
- Una vez más, recalcar el combustible. En esta parte de la isla no hay absolutamente ninguna chance de conseguir combustible.
- Llevar ropa adecuada para la época del año.
- Reservar alojamiento en las cabañas con antelación. A pesar de que no llega mucha gente a la zona aún, no existe casi oferta turística de alojamiento, por lo que la poca gente que llega suele copar la oferta disponible.