Caleta María

Caleta María

Tierra del Fuego, parte IV: Caleta María y Lago Fagnano

Fecha de publicación: 12-Ago-2024

Fecha del viaje: 11-Abr-2024

Región de Magallanes y la Antártica Chilena

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Ya es el quinto día recorriendo la Tierra del Fuego, y luego de una jornada agotadora y el posterior descanso en el Lago Fagnano, saldremos por el día a conocer Caleta María, intentar nuevamente subir a la laguna del monte Svea, y conocer el museo de Don Germán Genskowski.

¿Cómo llegar a Yendegaia?

Desde Punta Arenas tomamos el cruce en transbordador de Punta Delgada, para recorrer la ruta 257, pasando por Cerro Sombrero, y bifurcando al sur en la ruta Y 895 para terminar en la Y 85 (que en su tramo último es más conocida como la Senda de penetración Vicuña-Yendegaia) y pasar las dos cuestas que nos separan del final de uno de los últimos caminos del continente americano.

- Inicio del relato -

Este relato es la parte IV de nuestro viaje a Tierra del Fuego, si no has leído la parte III: "Yendegaia, el final del camino", puedes leerla aquí.

Cuatro días completos ya han pasado desde que comenzáramos a recorrer la isla grande de Tierra del Fuego. Cuatro días que parecieron ser más por todo lo visto y vivido, y por lo cansador que había sido, a ratos, llegar hasta donde estábamos. Pero aún quedaba aventura por delante, y en este, nuestro quinto día, Caleta María nos esperaba, como una de las postales obligadas del fin del mundo.

Y aunque el gran atractivo de la Patagonia sean sus salvajes y recónditos paisajes, es la luz extrema de estas latitudes la que los lleva al nivel siguiente, lo que bien sabe quien practica la fotografía, sea profesional o amateur. Es esta la razón por la que, antes de siquiera desayunar, tomé la cámara, y salí de la cabaña exactamente a las 7:30 de la mañana en dirección a la orilla del Fagnano para probar suerte con el amanecer; vaya a saber uno si la fortuna está de nuestro lado y es una de esas postales de cielos anaranjados y nubes lenticulares la que nos tiene preparada el alba. Y así nada más fue: a las 8:04 el cielo alcanzaba el cenit de su colorido, y a pesar del frío que cala los huesos y hace lentos los movimientos de la mano, ya me sentía pagado.

Amanecer en el lago Fagnano

Amanecer en el lago Fagnano

De vuelta en la cabaña, tomamos un buen desayuno, al igual que todos los días anteriores, y partimos a eso de las 10 de la mañana rumbo a Caleta María, al fondo del seno Almirantazgo.

Llegar a Caleta María desde las cabañas no es complejo, basta seguir algunos kilómetros hacia el sur por la ruta Y-85, y en el puente sobre el río Azopardo, tomar el camino de la derecha, donde se indica de forma clara hacia dónde seguir. Desde la bifurcación a Caleta María son alrededor de 12 kilómetros, y el camino, en líneas generales, está en buen estado, salvo algunos tramos con algo de calamina. El bello Azopardo, lamentablemente, se va perdiendo del campo visual a medida que se encajona en el valle, y no nos permitió apreciarlo en toda su magnitud desde el camino, sin embargo, la vista que se tiene del Almirantazgo desde el punto más alto del camino lo compensa completamente. Una por otra.

Seno Almirantazgo al fondo

Seno Almirantazgo al fondo

Caleta María tiene una impronta especial, ya sea por el cartel anunciando el fin del camino, por las montañas nevadas que encajonan el Almirantazgo o por el viento que entra desde el mar y que se encarga de recordarnos en cada soplo lo lejos que estamos de casa. Sin pensarlo mucho, a pesar del frío, dejamos al auto a un costado del camino, y nos dispusimos a caminar un rato por la orilla, a través del aire marino y del viento inclemente. No llegamos tanto más allá del Lodge Cordillera Darwin, donde nos detuvimos a descansar un rato y a recolectar conchas marinas, las que abundan entre la arena, y varios metros adentro de la playa también. Una vez más, el frío no nos permitiría estar todo el tiempo que hubiésemos querido en un lugar bello y mágico como Caleta María.

Caleta María, otro fin del camino

Caleta María, otro fin del camino

Caminando ya de vuelta hacia el auto y viendo los muelles abandonados, la maquinaria y otros vestigios de épocas pasadas, es imposible no preguntarse acerca de las motivaciones y los modos de vida de quienes se ganaron el sustento tiempo atrás en estos parajes. Cómo se sobrevive al clima inclemente y cómo se enfrenta la constante soledad de vivir en un lugar perdido en los canales de Magallanes. Sean cuales sean las respuestas y las razones, el tiempo, una vez más, terminó transformándolo todo en memorias, rastros y reliquias.

Casi llegando de vuelta a nuestro punto de inicio en la playa de Caleta María, notamos que la marea había estado subiendo, y que lugares por los que caminamos una hora atrás estaban ahora cubiertos de mar. Nada terrible, no fue ningún inconveniente, pues encontramos camino por encima de las piedras, pero fue un pequeño llamado de atención respecto a detalles en los que uno se debe fijar cuando se aventura a las cercanías del mar. Conocimos Caleta María, pero aún era temprano, así que tomamos el auto para intentar, nuevamente, subir a la laguna del monte Svea, lo que el día de ayer no había sido posible.

Muelle abandonado en Caleta María

Muelle abandonado en Caleta María

Volvimos por el mismo camino que llegamos, y cuando nos encontramos con el puente en el nacimiento del Azopardo, enfilamos, nuevamente, por la Y 85 hacia el sur, hacia donde mismo habíamos estado ayer. Y como un deja vu, volvimos a encontrar exactamente la misma situación: el final del camino anunciado por el CMT, y nadie con quien siquiera poder hablar para pedir permiso. Pero como no queríamos darnos por vencidos tan fácilmente, dejamos el auto y seguimos caminando más allá de la barrera.

Lo cierto es que finalmente tampoco logramos encontrar a alguien con quien hablar, puesto que el campamento del CMT está a unos 6 kilómetros más allá de donde dejamos el auto, lo que nos hubiese tomado unas 2 o 3 horas adicionales solo para saber si obtendremos o no permiso. Nuestra incursión nos llevó un poco más allá de la barrera que pone fin al camino, y tuvimos algunas vistas panorámicas de las bellas montañas, las apacibles turberas y de las nubes de intrincadas formas que se cernían sobre nosotros.

Laguna escondida más allá de la barrera del CMT

Laguna escondida más allá de la barrera del CMT

La otra razón por la que no perseveramos en llegar caminando hasta el campamento del CMT, es porque estábamos limitados en la hora, ya que en la mañana habíamos quedado con Don Germán que a las 6 de la tarde nos acompañaría para visitar su museo y contarnos la historia del lugar, de él y de su familia. Y en un trato con alguien como Don Germán no podemos fallar, por su importancia, y porque la visita al museo es un viaje imperdible a épocas pasadas de la historia reciente del sur de la isla.

Sin embargo, antes de comenzar a volver para ir al museo, aún nos quedaba una última misión en los bosques del costado del camino: internarnos durante un rato en búsqueda de hongos. Tan espesa era la cobertura vegetal sobre el suelo, que cada paso tenía que ser dado con sumo cuidado para intentar no arruinar los miles de musgos, helechos y renovales de lenga que se abrían paso en el bosque. A simple vista, nada; pero basta con afinar levemente el ojo para comenzar a descubrir el impresionante mundo fungi que esconde el bosque fueguino, sobre todo en el mes de abril. Ahora sí, después de un rato al interior del bosque buscando hongos, emprendimos regreso.

Hongos en los bosques de Yendegaia

Hongos en los bosques de Yendegaia

A las 18:00 en punto estuvo Don Germán esperando donde acordamos, y a las 18:00 en punto nosotros también cumplimos, en la puerta de su museo, custodiado por su fiel tractor David Brown, compañero de mil batallas. El museo no es de gran tamaño y muy probablemente no sea más grande que el living de una casa, sin embargo, almacena tanta o más historia que los museos tradicionales de las grandes ciudades, y sí, también está inscrito en el registro nacional de museos.

Tractor David Brown, compañero de mil batallas

Tractor David Brown, compañero de mil batallas

Todo parte con una línea de tiempo en la que Don Germán pone contexto histórico a la ocupación y colonización de la parte sur de la isla durante el siglo XX, con la llegada de los primeros exploradores, y de sus antepasados y su familia. Todo este relato es apoyado por las decenas de fotografías enmarcadas que Don Germán ha conseguido escarbando en antiguos negativos y recuerdos familiares, y que dan cuenta de la tarea titánica y el pedregoso camino recorrido por la familia Genskowski desde largos años atrás hasta nuestros días. Pero no solo fotografías: recortes de diarios, trineos, patines de hielo, discos de sierras y una cocina a leña también apoyan el relato, haciéndolo más tangible y real aún. Mal que mal, el museo está tallado de la misma madera que la historia de la familia Genskowski: la del esfuerzo y la dedicación, donde cada pequeño logro es fruto de navegar siempre contra viento y marea, y sin regalos de por medio.

Y no creo que sea demasiada la gente que, luego de escuchar a Don Germán, no piense lo que la gran mayoría pensamos: el hombre es un tesoro humano viviente; y suerte la nuestra que pudimos conocerlo y compartir con él, aunque sea solo por un rato. No colocaré fotos del museo, por el simple hecho de que verlas en su contexto, y con el relato correspondiente, es la única forma de apreciar toda la historia, esfuerzo y dedicación que puede caber dentro de 20 metros cuadrados.

Para finalizar este día, nuevamente fui a buscar la luz extrema de los últimos rayos de la tarde, mientras el resto del grupo se quedó conociendo el huerto que la familia mantiene al costado de su casa, y a Maricela, esposa de Don Germán, artífice tan importante como él, y a veces en segundo plano, del éxito de esta epopeya familiar emprendida hace casi 40 años en las tierras del fin del mundo.

Como no podía ser de otra forma, nuevamente Magallanes me regaló un atardecer esplendoroso sin pedir nada a cambio, y las luces amarillas, naranjas y rojas se quedaron grabadas en cada una de las fotos que alcancé a sacar en el fugaz lapso de tiempo que dura el ocaso.

Atardecer en la orilla del Fagnano

Atardecer en la orilla del Fagnano

Y como todo lo bueno tiene un final, terminando este día largo y variado, comenzaba ya a terminar el viaje. Al día siguiente deberíamos emprender el regreso en dirección a Porvenir, abandonando los interminables bosques de lengas que nos recibieron durante los pocos pero intensos días que estuvimos al sur de la isla. Sin embargo, esto no se acaba hasta que tomemos el avión de vuelta, y todavía nos quedaría espacio para un par de cosas interesantes que vendrían.

Continúa en parte V...

- Fin del relato -

Información útil

  • A la laguna del monte Svea solo se puede acceder contando con la autorización del CMT para pasar la barrera al final del camino, por tanto es importante lograr el contacto con anterioridad. Nosotros no pudimos conseguirlo.
  • En Caleta María existe la posibilidad de navegar hacia los glaciares de la Cordillera Darwin en el Fiordo Parry con Viejo Lobo de Mar Expediciones, sin embargo, el servicio solo funciona en temporada de verano y hasta la primera semana de abril.
  • Para visitar el museo de Don Germán se debe coordinar con anterioridad (el mismo día en la mañana puede ser) para que él esté disponible para contar su historia. Advertimos que sagrada es su hora de siesta, y la visita debe ser antes o después. Es un imperdible escuchar la historia reciente del sur de la isla grande de su propia boca.
  • La orilla del lago que tiene la Estancia Lago Fagnano es realmente bella, para ver amaneceres y atardeceres, o simplemente para estar un rato contemplando la furia y fuerza de la Patagonia, y lo mejor es que está solo a algunos pasos de la cabaña.
  • Don Germán hace asados de cordero a solicitud de los huéspedes, sin embargo se le debe pedir con anterioridad. Desconocemos el precio de este servicio.
  • Existe un sendero caminable que bordea el río Azopardo, bajando hacia Caleta María, y desde donde, dicen, se tienen hermosas vistas del río más bello de la isla.

Cómo nos preparamos

  • Si se desea hacer la navegación a los glaciares del Fiordo Parry, coordinar con anterioridad (Instagram: @viejolobodemar_)
  • Llevar comida desde Punta Arenas, la Estancia Lago Fagnano no ofrece alimentación.
  • Llevar toallas, no están incluidas en las cabañas.
  • Una vez más, recalcar el combustible. En esta parte de la isla no hay absolutamente ninguna chance de conseguir combustible.
  • Llevar ropa adecuada para la época del año.
  • Reservar alojamiento en las cabañas con antelación. A pesar de que no llega mucha gente a la zona aún, no existe casi oferta turística de alojamiento, por lo que la poca gente que llega suele copar la oferta disponible.

Historias y relatos únicos en los que buscamos transmitir nuestras experiencias y vivencias para que quien lea estos articulos le sea de utilidad en sus futuros viajes

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